Como no podía ser de otra manera en esta sección sobre historia de Cádiz que os brindamos desde Pais Gaditano, no podía faltar un acontecimiento lleno de interés arqueológico, además de un gran contenido de misterio, la cual la hace si cabe aún más interesante. Quizás conocida por muchos y quizás desconocida por otros.
Debemos situarnos aunque de una manera muy resumida en los artífices que dejaron este magnífico e inusual hallazgo.
Más allá de las columnas de Hércules donde el filósofo griego Platón situo la misteriosa Atlántida se encontraba nuestra antigua Gádir, una ciudad con una actividad comercial importantísima y fundada por los fenicios. Este pueblo intercambiaba todo tipo de objetos, venían de los lugares más lejanos del próximo oriente por la deseada plata de Tartessos, expandiendo sus misterios por todas las metrópolis del mediterráneo.
Pese al innovador mundo fenicio de aquellos tiempos de Gadir se han conservado algunos restos de ese glorioso pasado que tuvo nuestra ciudad que han podido vencer al paso del tiempo.
Un claro ejemplo es el episodio que nos ocupa hoy.
En 1887 se halló de forma casual en un lugar de nuestra ciudad denominado Punta de la Vaca un sarcófago fenicio antropoide masculino perteneciente al siglo V a.C. Ocurrió durante los desmontes y movimientos de tierras efectuados para la celebración de la Exposición Internacional Marítima Naval de aquel año.
Posteriormente y marcado por este descubrimiento es cuando entra en escena uno de nuestros dos protagonistas de nuestra historia. Don Pelayo Quintero Atauri (Uclés, 1867-Tetuán, 1946) arqueólogo, pintor y ecritor que dedicó treinta años a la investigación arqueológica de Cádiz y su provincia.
Considerado como uno de los padres de la arqueología andaluza, española y marroquí, debido a su enorme aportación y organización de la institucionalización de la gestión del patrimonio arqueológico en España, y especialmente en la provincia de Cádiz y norte de Marruecos a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Con motivo de los importantes hallazgos en la Punta de la Vaca, sería cuando esta disciplina logra atraer la curiosidad y las miradas de todo el mundo, efectuándose a la vez avances importantes en cuanto a la metodología empleada en las prospecciones.
Podemos asegurar que desde ese presiso momento de la aparición del sarcófago masculino en 1887, Pelayo está convencido de que debe de existir otro femenino y comienza una búsqueda incesante que se convierte en una auténtica obsesión para él.
En su legado de informes y memorias deja constancia de su búsqueda por todo el suelo de nuestra ciudad e incluso de sus ansias por encontrar dicha pieza. Fue tal su deseo por encontrarlo que se convirtió en un objetivo sin descanso. Este esfuerzo durante tantos años no tuvo el final deseado, pues nunca logró dar con él, muriendo en 1946 sin hacer realidad su sueño.
Pasados, los años, en 1980, el destino fue cruel para nuestro arqueólogo. Durante unas obras de cimentacion en un solar de la calle Julio Ruiz de Alda (hoy día llamada Parlamento) tiene lugar la sorpresa. La excavadora se topa con todo un descubrimiento; un trozo de mármol… El maquinista para la excavadora y se dirige al lugar. Intrudoce su mano por una grieta y logra coger restos de un cráneo. Al darse cuenta de que se trataba de un hallazgo arqueológicos avisa a las autoridades pertinentes. La sorpresa fue mayor cuando se comprobó que se trataba del sarcófago antropoide femenino que durante tantos años buscó nuestro arqueólogo Pelayo.
Hasta aquí podría ser todo normal, pero no fue así. Aquí entra esa parte de misterio que antes mencionaba. El lugar exacto donde se encontró La Dama de Cádiz, fue exactamente debajo de la que fue su casa y más concretamente un chalet donde vivió Pelayo.
¿Casualidad? ¿Destino? ¿Encontró Pelayo el sarcófago con anterioridad y lo escondió debajo de su casa? Inevitablemente las preguntas sugen. Nunca lo sabremos….¿o quizás si?.